O un espacio para historias muy comunes, de todos los días, en día.

Oct 29, 2008

El espejo desierto

Sueñas...

            Camino entre los pequeños matorrales del desierto. El sol se siente fresco. Más bien una fresca brisa golpea los arbustos, juega con mi cabello, ondula la resolana. Cierro los ojos y aspiro humedad.

            La mancha terrosa en el azogue tras el cristal no impide que el yo virtual sonría ante mi cara de desconcierto. La habitación es una ruinosa oscuridad antigua. Los muebles se mueven intactos en ella. La silla tiene la forma de una cama, y la cama se ha deformado en una mesita con despertador de números anaranjados. Acomodas los cabellos, sonríes y te miro. De la almohada surge música de letanía y ensueño.

            Los rayos caen verticales en la cúspide de la pirámide, resbalan sobre los cuatro triángulos y se sumergen en la arena. La luna muestra magnífica su calidad reflexiva, catarata sobre la vieja construcción, sonrío detrás como conejo.

            Mis pasos se diluyen entre la arena. La dificultad crece, y a lo lejos, desde un sitio incierto, grita algo que me recuerda al agua: desierto con pequeñas plantas casi secas, un murmullo crece y evoca música de alegría. Bailo.

            Nada más incierto que la mancha terrosa...

            Sólo es un instante: la luz aprisiona la pirámide y la levanta con toda su raíz. Semeja la vida subterránea de un hongo, miles de cámaras secretas cuelgan como sarcófagos muertos. Si un ataúd muriera, así lo sentirías. Lo percibes y respiras tu propio temor en forma de humedad que imaginas en medio de un desierto.

... el cabello juego juega antojadizo tras ella...

¿Recuerdas haberme besado mientras tu mano acariciaba mi cabeza?

            El sol. El nuevo sol gira sobre mí. Tengo la seguridad de que el desierto es una alucinación. A lo lejos las olas se levantan. El panorama gira mientras corro. Las olas surgen desde cualquier punto, siempre a lo lejos, muy lejos, sin lograr alcanzarme. Por más que corro están allá, fuera de mí, fuera de alcance, pero muy cerca.

..., la mancha se mueve caprichosa ante tu mirada: adonde la fijas camina, y yo en el centro de todo.

            Es sólo un instante, pero basta para escuchar el tamborileo de la arena en la almohada, letanía y ensueño. Las raíces de la pirámide sobre tu cara se sacuden nerviosas, con vida propia, sin llegar a tocarte, pero lo hace la música desde la almohada.

            El enorme espejo de la habitación ruinosa tiene cuatro protuberancias de oro en sus esquinas. Semejan pequeñas pirámides que se encienden, al menos ante el resplandor que las toca.

—¡Un rayo! ¿Lo fotografiaste?

            Es el nuevo sol que cruzó por un instante nuestra habitación solitaria.

            Por más que huyo no llego a las enormes olas del mar. Vienen veloces de todas partes y no me atrapan: Enormes fauces que no terminan de engullirme. Corro. Un rayo cruza el cielo, la tierra trepida, la luz disminuye, llueven piedras a mi alrededor. Me cubre una nube de ataúdes que se sacuden la tierra, y una pestilencia pútrida lo invade todo.

            Ciertamente la habitación tiene años de abandono. La humedad se apoderó poco a poco de las cortinas, las maderas, el suelo y del espejo hasta cercarlo en una mancha terrosa.

Se dice que somos nuestra propia muerte, ¿lo puedes creer?

            El tamborileo crece en intensidad. No proviene de la almohada. La lejanía te lo indica. Tampoco tiene un ritmo. Más bien semeja un toc toc toc sobre una puerta.

            Abro los ojos en la penumbra. El desierto es un fino polvo que me los hiere. Los cierro de nuevo y escucho el toc toc toc de piedras que golpean la arena sin tocarme.

            Abres los ojos con sobresalto, los abro también. Sacudimos la cabeza. Me ves, te miro. Tu cara tras la mancha terrosa es de desconcierto y no puedo evitar reír.

... sueñas.

Abres lo ojos en la nueva luz. Miras hacia la mesita y los números naranja del reloj te parecen pálidos. Suena el timbre y lo desactivas con una suave presión sobre él. Te vistes frente al espejo y sales a caminar el nuevo día. El desierto brilla como nunca, y aspiras la humedad de mar cercana.

3 comments:

  1. me dejé envolver por estas imagenes y estos tempos intimistas
    soñar y elucubrar sensaciones
    todas palpables en esos umbrales de conciencia

    muakismuaksi ranita
    saltando a tu espacio despacio

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  2. Gracias, Elisa.

    Quisiera poder regresar a esos tempos, como bien les llamas, poderlos estrujar de nuevo entre mis manos, exprimirles su jugo. Sin embargo, parece que el fruto ya se ha secado.

    Besos :-)

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  3. ranito bello
    mientras hay vida el fruto es fruto vivo
    arriba ese ánimoooo
    ya llegué de mi mini salida al sur(5 dás)
    prometo volver y ponerme al día
    muakismuakis dulces y jugosos por este lado la fruta hace su fiesta:-)

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